La multiforme y colorida vereda del Caribe Sur de Costa Rica, es una referencia clara de los tesoros escondidos de un país dotado de majestuosidad natural. Eso dicho desde un ideal efusivo y romántico parece ser suficiente, pero lo cierto es que en esta vida todo tiene un precio, un precio que alguien siempre debe pagar.
A propósito de la elaboración del presupuesto nacional para el 2015; en una de las comunidades más pobres del país: Zuretka, los policías deben ingeniárselas para perseguir y capturar a la mafia, que dicho sea de paso tiene mejores vehículos y armamento que la misma policía.
En este lugar se cuenta únicamente con un cuadra ciclo y algunas bicicletas, que son el recurso a disposición para combatir el crimen, dicho ejercicio transcurre ineficaz entre vehículos no solamente más caros y de mayor calidad, si no aptos para el entorno vial complejo de esta zona, como lo son los recursos utilizados por los delincuentes.
Este ejemplo es solamente para decir que el asunto no es sólo pasarle tijera al presupuesto; no se trata únicamente de recortar y recortar los gastos, porque cada recorte irreflexivo puede ser a la larga algo más que un gasto: un déficit o una carencia.
La situación de la comunidad de Zuretka es un retrato vivo de los tantos cantones o distritos de este país, que reciben el trato de costarricenses de segunda categoría, en donde la salud y la seguridad son un tema de riesgoso orden social.
En la zona sur ciudadanos que caminan hasta tres horas para llegar al lugar de atención médica más cercano, y que al llegar podrían perfectamente no recibir el servicio por una u otra razón que siempre será insuficiente e injusta. La crisis hospitalaria que enfrenta el país en distintos centros médicos es un reflejo de despilfarro y mala canalización de insumos.
Si la intención es reducir gastos: ahorrar, eso puede lograrse no destinando menos presupuesto, o eliminando rubros de inversión, antes bien podrían corregirse los vicios de mala aplicación.
Si la intención es reducir gastos: ahorrar, eso puede lograrse no destinando menos presupuesto, o eliminando rubros de inversión, antes bien podrían corregirse los vicios de mala aplicación.
Así las cosas, la ejecución de los recursos del estado debe ser una gestión eficiente, responsable y reposada, no solamente porque no es el dinero de nadie y es a su vez el dinero de todos, si no porque precisamente de esa planificación depende el funcionamiento y el equilibrio de áreas muy sensibles con directa incidencia socio económica, demográfica y cultural.
La posible reducción de ¢17.641 millones del plan de gastos de fuerzas del orden, planteada por algunos diputados, es a mi criterio una baja sensible, si en estos momentos algunos oficiales deben realizar su trabajo en condiciones paupérrimas, con un recorte de estos podemos garantizar que la condición de los lugares olvidados del país empeorará inevitablemente. No veo como dejar de invertir en seguridad, podría contribuir a combatir los círculos de violencia ya radicados de forma permanente en algunos sectores de esta nación.
Si pudiera escoger, no hablaría de recortes, o de disminución de recursos a sistemas como la seguridad o educación, porque eso es como comprar zapatos baratos hoy, para estar descalzo mañana.
La propuesta podría girar en tonto a una gestión y administración eficaz de lo que ya se tiene, una verdadera distribución de los recursos disponibles garantizará proteger las áreas ahora desprotegidas y reforzará los puentes hacia una mejor gestión fiscal.
Un ama de casa me entendería muy bien: "donde comen dos, comen tres". El reto es hacer más con menos, o bien más con lo mismo, canalizar lo que se está perdiendo y poner a trabajar lo que este sobrando.