"Tanto el PAC como el PLN han ido matizando las posiciones expresadas por los candidatos previamente. Uno esperaría, tal vez con un exceso de ingenuidad, que los líderes de los partidos políticos asuman también un papel más pedagógico de cara a los ciudadanos. Tarde o temprano este debate tiene que darse. Para nuestra mala suerte el cálculo electoral lo dejará, de nuevo, (in)cómoda y, en algún caso, contradictoriamente, aparcado."
Después de varios meses de mantener una ventaja respecto al Partido Socialista (PSOE), la intención de voto del Partido Popular (PP) descendió según recientes mediciones de opinión. Para los analistas, no han sido las incumplidas promesas de zanjar la crisis, que desde 2008 azota a España con la sangrante y casi inamovible tasa de desempleo, las responsables del descenso –un descenso nada irrelevante porque las elecciones europeas serán en mayo. El descontento con el PP viene de otro lado, del proyecto de reforma de la ley del aborto promovido ardorosamente por Alberto Ruiz Gallardón, Ministro de Justicia. La iniciativa, aupada por el presidente Rajoy, que retrocede la normativa a 1985, ha topado con la férrea oposición de distintos sectores, algunos, los menos desde luego, incluso dentro del propio PP. Si el proyecto se aprueba, se reducirán los supuestos de interrupción del embarazo, las mujeres ya no podrían decidir libremente durante las primeras 14 semanas, como sucede en la actualidad, quedarían sujetas a una serie de requisitos que, finalmente, colocan una decisión íntima, privada, personal, sobre el propio cuerpo, en manos de otros. El argumento con el que Gallardón se sacude de las críticas es decir que dentro del programa electoral, con el que el PP alcanzó un holgadísimo triunfó en noviembre 2012, contemplaba, expresamente, la posible reforma a la ley del aborto aprobada durante la legislatura del PSOE. Lleva razón, así fue, quizás no se precisó cuál sería el alcance de los cambios que experimentaría la normativa; pero nadie, mucho menos los votantes de la derecha, podrían alegar desconocimiento.
El aborto es un tema sensible y lo sabemos. Sin embargo, es muy significativo que en el contexto del proceso mediante el que se escogerán a las autoridades del nuevo Poder Ejecutivo en Costa Rica, algunos insistan en que debe saberse qué opinan los candidatos al respecto. Digo significativo porque, a diferencia de lo que sucedió en España, hasta donde entiendo ni el PAC ni el PLN incluyeron, dentro de las versiones finales de sus planes de gobierno, reforma alguna para despenalizar el aborto o ampliar los supuestos en los que es posible interrumpir un embarazo. Más significativo todavía si consideramos que en distintos momentos ambos candidatos, ambos, han expresado cierta anuencia a revisar o discutir la legislación costarricense y a reflexionar acerca de la conveniencia de despenalizar el aborto, por ejemplo, en casos de violación.
No voy a defender la despenalización del aborto aquí. Salvo que se debatiera en serio, que no va ocurrir, al menos en el próximo cuatrienio, es chocante que los hombres opinemos sobre algo que atañe a las mujeres y dan náuseas cuando se hace tan demagógicamente. Por lo general, ellas no opinan sobre qué hacemos con nuestros testículos, nosotros sí nos sentimos legitimados para opinar sobre sus úteros. No hace falta recordar que moralmente hay una diferencia crucial entre quienes abrazan esa postura y quienes la adversan, unos creen que la mujer debe decidir, otros, que una cosmovisión debe imponerse al resto, incluso si no se comparte.
Más allá de eso, del contenido concreto, hay dos aspectos especialmente perturbadores de lo que se ha visto estos días, y, de verdad, ojalá pare en los que vienen, porque, una vez más, retrata la intolerancia de la que podemos fardar los costarricenses.
De un lado, no interesa demasiado ya si un partido político propone reformas a la actual penalización del aborto, como saber si alguien piensa diferente, porque eso basta para descalificarlo. No hay ningún debate abierto, ninguna propuesta, pero expresar una idea distinta, o forzar a alguien a que lo haga, es lo suficientemente rompedor y desafiante para desenvainar sin freno los ataques más patéticos y buscar los más rancios y añejos estereotipos. El que no piense como yo debe ser sancionado, esta es la retorcida lógica a la que se recurre. Interesa menos qué se ofrece, en la dinámica propia de un sistema político que debe articular soluciones a las necesidades ciudadanas, para legitimarse, si el “oferente” no es un calco de mis raseros axiológicos. Intolerancia en toda regla.
De otro lado, que tanto el PAC como el PLN hayan ido matizando las posiciones expresadas por los candidatos previamente (ver links). Uno esperaría, tal vez con un exceso de ingenuidad, que los líderes de los partidos políticos asuman también un papel más pedagógico de cara a los ciudadanos. Tarde o temprano este debate tiene que darse, como lo hicieron desde hace décadas otras sociedades, para nuestra mala suerte el cálculo electoral lo dejará, de nuevo, (in)cómoda y, en algún caso, contradictoriamente aparcado.
En cualquier caso, hablar de aborto solo para asustar, como, es mi impresión, se está haciendo, repugna por dos razones: porque se intenta persuadir aprovechando el miedo de un votante al que se le considera un ignorante y, más grave aún, porque se explota electoralmente lo que para cualquier mujer supone un trance doloroso, usar la tragedia ajena para pescar votos es inmoral.
En definitiva, lo único cierto es que el aborto no hace parte de ninguno de los programas electorales por los cuales habrá que decantarse en abril, también que ese debate, que aterroriza a poderosos y pertinaces sectores, atrincherados en sus cavernas y que, como tantos otros, hemos procrastinado, no podrá encararse en el corto plazo. Ya lo dijo, en su día, la gran Yolanda Oreamuno: “el puritano que llevamos dentro, se estremece ante el pecado capital, el pecado fundamental y decisivo de la entrega al futuro”.
Nota: tras la publicación de este artículo tanto Johnny Araya como Luis Guillermo Solís se reunieron con los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica. Tras cada sesión los candidatos reafirmaron que no pretendían presentar ningún proyecto para sobre aborto o matrimonio gay. (ver los vídeos adjuntos)
Nota: acá la declaración vía twitter del candidato del PLN sobre cuanto expresó en el vídeo