“Por mucho que Ud. mallugue (sic) un aguacate lo puede suavizar pero no lo madura”
(Piza dixit, en referencia al candidato del Frente Amplio, José María Villalta)
No sé qué ha pasado con los debates en esta campaña electoral. De repente me da la impresión de estar en medio de una mejenga, todos amigos, se patean el tobillo disimuladamente, pero luego se abrazan, sudados y sedientos. También me han hecho sentir que estoy viendo un programa (malo) de cocina, recetas van, recetas vienen, pero no queda claro cómo se pasa de la lista de ingredientes al producto final. Magia, magia.
Sin duda, en esta última categoría (la que engloba lo culinario-político), la frase célebre es la de Piza Rocafort. (Tiene nombre de chef, ¿no les parece?, suena a pizza con queso roquefort). Una frase que le ha ganado, en mi opinión, de una mención en el espacio de Lo Feo.
Me remito al epígrafe de ese brevísimo texto. ¿No les hace sospechar que Piza tiene ganas de magullar (don Rodolfo Piza, se dice ma-gu-llar) a Chema Villalta? Mientras yo veía ese debate célebre en el que también tuvimos el placer de ver a Justo Gerardo Orozco leer los forros que llevaba escritos, a vista y paciencia de los honorabilísimos magistrados del TSE; tuve miedo. Sí, tuve mucho, mucho miedo de ver un infarto en vivo y en directo.
Piza se exalta en menos tiempo del que los organizadores de debates conceden para que los candidatos respondan. Es decir, en nanosegundos. Ese señor pasa de la cara seria del Águila Sam que tiene (seamos honestos, ya todo el mundo lo pensó) a transformarse en una suerte de contorsionista serio. Serio como un ataque cardíaco. No sé si es que toma muchas bebidas energizantes o si es solo su capacidad endógena para producir adrenalina. Lo cierto es que me da pavor. Pensé que si Villalta hubiese estado más cerquita, mínimo un manotazo accidental le daba.
A pesar de eso no queda duda de la seriedad de Piza. Su spot es innecesario. No hacía falta que lo repitieran. Una foto del señor basta y sobra. En el programa Café Política de Canal 7, Piza Rocafort cerró su intervención diciéndonos a todxs lxs votantes que “entremos a la urna como entramos a un confesionario”. Ahí ya me terminó de dar el ataque de pánico. Urnas y confesionarios mezclados como si fueran una misma cosa. La conciencia, la culpa y el horror en un solo, pequeño y asfixiante espacio. Me recordó el espanto que de niña le tenía a ese lugar. El confesionario representaba el lugar detrás de cuyas cortinas se escondían monstruos.
Pues no don Rodolfo. Yo a las urnas no iré como si fuera a un confesionario. No necesito de la tortura de la culpa judeocristiana ni de la moralina que emana de discursos solemnes e intimidatorios como el suyo, para actuar según lo que dicte mi conciencia. Me resulta feo, es más, me resulta horroroso que alguien vinculado al circo político del PUSC venga ahora a hablarnos de seriedad. Sea serio don Rodolfo. ¿Qué clase de persona puede dar la cara por un partido que ha estado involucrado en los peores circos de corrupción en la historia de este país? Estamos hablando de un partido político tan poco serio que cambia de candidato a medio camino. Lo único que hizo fue asegurarse de mantener el nombre de pila. Pasaron de Rodolfo Hernández a Rodolfo Piza.
En fin, más miedo me da un patacón muy “pizao”, tan duro y seco que no se puede tragar, que un guacamole de aguacate sin madurar.