Mucho se ha reparado en los atributos físicos de Otto Guevara Guth y aún así él nunca ha ganado una elección. Es más, se dice por ahí que aún hoy, Guevara lamenta aquel enfoque de imagen que tuvo su primera campaña, allá por 1998, cuando una agencia de publicidad lo redujo a sex symbol para amas de casa.
Ciertamente ese tipo de factores circunstanciales y, aparentemente, pueriles, tal y como lo intuyó Macho Carazo en su momento, no son del todo descartables cuando se trata de ganar una elección presidencial. Sin embargo, nada de eso importa ahora porque lo bueno de Otto Guevara versión 2014, creo yo, no tiene nada que ver con el hecho de que siga pareciéndole guapo a las amas de casa.
Si extrapolamos los criterios de los estadísticos y econometristas, según los cuales, lo más importante es la tendencia, entonces podríamos decir que, en definitiva, lo bueno de Otto Guevara es que en algún momento podría convertirse en candidato de izquierda. Villalta, por ejemplo, empezó como un chico altermundista tipo attac y ahora cita al Papa y se autoproclama socialdemócrata a lo PLN vintage. Johnny Araya, por otro lado, militó con Pueblo Unido y desde hace unos años pasó de la izquierda al centro y va camino a la derecha. Luis Guillermo Solís fue jefe de gabinete de la cancillería de Óscar Arias, secretario del PLN y, en la actualidad, muchos lo consideran un candidato progresista.
¿Cómo, entonces, podríamos descartar la posibilidad de que Otto Guevara, que empezó como libertario de derechas y que ahora es de centro, acabé siendo una suerte de Héctor Monestel guapo?
Por supuesto existen otros elementos en todo este rollo. Digo, para nadie es un secreto que Otto Guevara, a pesar de sus múltiples coincidencias programáticas con el grueso de los grupos dominantes, nunca logró ser beneficiario de la confianza de esa dudosa entelequia denominada “sectores productivos”.
Muchos factores explican esta peculiar reticencia. Ante todo, debemos subrayar que Guevara ha sido objeto de numerosos y escandalosos cuestionamientos de carácter ético y, mal que bien, los dueños de la bola todavía creen, con Macpherson, que, por sobre cualquier otra cosa, es mucho más importante la idea que nos formemos sobre un sistema político. De la misma manera cabe señalar que existen ciertas variables de orden identitario, que han empujado a Guevara a alejarse de su discurso inicial, asociado a taxistas piratas, pulseadores y vendedores de copos, para promocionarse como un candidato de “gente bien” y malabaristas de los holdings. Es decir, el Movimiento Libertario, desde una perspectiva semántica, hasta ahora no había logrado ser un depósito eficaz de las representaciones simbólicas que forjan los grupos dominantes a propósito de sus intereses de clase.
Claro, aun así, Abril Gordienko y Thelmo Vargas tuvieron que tragarse tamales en el mercado central y una jornada de reguetón en el momento de su presentación como candidatos a la vicepresidencia. Pero es que en Otto Guevara reside el germen de la cultura popular y naturalmente, por eso la chusma lo venera.
En La dinámica del capitalismo Fernand Braudel decía que las ciudades y la moneda fabricaron la modernidad y que el capitalismo se empezó a cuajar en los linderos de las ciudades, al margen de la legalidad y los instrumentos de coacción feudales. En el Otto Guevara de los taxistas piratas, los pulseadores y los vendedores de copos, entonces, se empezó a cuajar ese nuevo mundo que alumbrará con el Otto Guevara de la emancipación de las masas. Y, por supuesto, lo más chistoso de todo, es que seguro va a seguir siendo más guapo que Villalta y Monestel.