Lo más feo de Héctor Monestel es, entre otras cosas, que es el único candidato que apoya los temas feos: legalización de la mariguana, despenalización del aborto, matrimonio homosexual y Estado Laico. Claro, visto desde un punto de vista utilitario, estas cosas tendrían el rédito político equivalente a un anuncio de Rodolfo Piza.
En todo caso, lo feo de Monestel también podría asociarse al hecho de que siendo el más comunista de los candidatos es, a su vez, el más ninguneado de los comunistas. Nadie duda de que Monestel en verdad no tiene recursos para derrochar en JBQ ni en alguna de esas agencias de publicidad fancy que le gustan tanto a las señoras del Frente Amplio. Y es que si Monestel pautara, podría reacomodar el espectro político de Costa Rica, pues, a diferencia de Villalta, él es al chile trosko y, por ende, se diferencia de los demás candidatos que son pura pose.
Antes bien, lo más paradójico de todo es que, como dice Roberto Herrera, en este país taimado, Héctor Monestel es, ante todo, el comunista ninguneado que, por si fuera poco, sigue siendo más liberal que el Movimiento Converso Libertario. Naturalmente, no se podría negar que, por muy trosko o muy sindicalista que sea, Monestel es un candidato, así, sin más, feo. Pero desde luego está lo feo, luego lo horrible y después lo patético. Y, por otro lado, en este país todos saben que los trabajadores que le dan el nombre al PT votan por los partidos cristianos o por cualquier otro que no sea de izquierda.
De cualquier manera, Monestel no pasa de ser un sujeto parco de facciones que tomaba café en Chelles antes de que los hipsters y los pipis lo convirtieran en el Disney World de los trasnochadores. Y, desde luego, las relaciones sociales de producción, muy a su pesar, no se transforman con un cafecito, un buen polvo, una barba y una boina. Por eso uno puede ser muy sexy, oír rock progresivo, tener unos anteojos como los de Lennon y hablar de ecosocialismo, pero la realidad seguirá siendo siempre más compleja que un coitus interruptus y una convención colectiva.
Por otro lado, los comunistas comprometidos como Monestel muestran otro defecto tremendo: todos, invariablemente, son capaces de enemistarse con sus besties, digamos, por algo tan fútil como la interpretación de punto y coma en un manuscrito de Lenin. Salvo los metaleros y los psicoanalistas no existe nada en el mundo que sea tan propenso a los cismas como un trostkista comprometido. Monestel, según se observa, lucha “por la construcción del partido mundial para la revolución socialista”. Sin embargo, uno no sabe si en unas semanas la Liga Internacional de los Trabajadores y la Cuarta Internacional o alguna de sus filiales extranacionales dispone otra cosa y los expulsa.
Está claro que uno no se puede tomar en serio un proyecto emancipatorio que reduce el Estado-nación a un accidente de la forma. Y tampoco se puede tomar en serio a un tipo que, en palabras de Monumental, es tan internacionalista que mandaría a los inmigrantes a las urnas y les asignaría curules y puestos de elección popular. Claro, a los fachos nacionalistas les queda la tranquilidad que el PT ya se peleó con los sandinistas y que no corremos riesgos de tener a Edén Pastora como presidente.