Lo bueno, lo malo y lo feo de Héctor Monestel

Juicio Bloguero

Lo bueno

Si prestamos atención al candidato del partido de los Trabajadores podemos calificar como positivo que Don Héctor Monestel es un hombre cuya participación política es coherente con su trayectoria laboral y activismo político sindical y esto ha caracterizado su vida.

Su trayectoria se remonta a los años 70, cuando empezó su militancia revolucionaria formando parte de la juventud del Partido Vanguardia Popular.

En un país donde es difícil encontrar partidos con perfiles ideológicos definidos el señor Hector Monestel y el Partido de los Trabajadores tiene un claro discurso ideológico de izquierda.

Sin timidez, ni cálculo político, manifiesta ampliamente sus posiciones sin adaptarlas para buscar más votos, lo cual es atípicamente coherente en un país donde los partidos se desdibujan en sus postulados al calor de la campaña, algunos plantean en sus programas una posición y la desmienten dependiendo de cómo sople el viento.

Aunque hay muchas "izquierdas" -y no se puede decir que sólo sea una-, don Héctor vive coherentemente con su "izquierda radical"; se le reconoce por una vida de modestia y servicio como profesional en Derecho en causas vinculadas a su ideario político.

Es imposible darle seguimiento a toda la vida y declaraciones que ha hecho como activista, pero es innegable que a pesar de lo antisistema de su mensaje y el radical cambio que propone para el país, tiene un verbo elegante y respetuoso, que combina con ese look desenfadado -también reñido con el modelo político- que definitivamente no es propio de la política tradicional.

Monestel es el candidato de los trabajadores y sus propuestas están dirigidas a generar beneficios directos para ellos a costas del empresariado y el Estado costarricense. Sus principales temas a tratar en un eventual gobierno son: eliminar los TLC, el no pago de la deuda externa, poner a tributar el capital y la reforma agraria. Todas sus propuestas con un claro norte: El beneficio de los trabajadores.

Lo bueno de este candidato es que podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con él, pero no lo podemos acusar de camaleonismo político.

Si usted vota por él, sabe cuál va a ser su posición.

Isabel Zúñiga García

@isacri01 es periodista, licenciada en Comunicación en Mercadeo, licenciada en Producción y Realización Audiovisual y bloguera Ticoblogger (En la Mira)

Lo malo

Enciende uno el televisor y en medio debate presidencial aparecen 6 señores debidamente vestidos y engominados, excepto uno de ellos que se ubica -como si se tratase de un presagio- al extremo izquierdo de la pantalla. Chaquetón flojo que parece heredado, boina beige torcida y una canosa barba descuidada. Le ceden la palabra al pintoresco personaje. “¿Qué está haciendo ahí ese señor?”, toca preguntarse.

Hay que superar la primera impresión y -aunque cueste- darse la oportunidad de conocer a Héctor Monestel. Personaje excéntrico por naturaleza, el aspirante a la presidencia del Partido de los Trabajadores ha mostrado una inusual valentía. En medio de estos fueros tan complacientes, se ha comido la bronca de alzar la voz dentro de una bancada que una gran mayoría mira con desdén y desconfianza.

Sumado a esto, el candidato ha sido consistente en sus luchas y congruente con su discurso. Uno que, claro está, podría parecer extremo a la mayoría. Pero ni Monestel ni el partido al cual representa se han arrugado ante la crítica para ganar unos cuantos adeptos más, a diferencia de quienes acomodan el discurso a cambio de unos cuantos votos más.

Entonces, lo malo es ese extremismo, que combinado con un candidato estrafalario, resulta bullicioso y chocante al punto de impedir que el ciudadano de a pie haga la pausa para tomarles en serio. “El Partido de los Indigentes”, se deja escribir más de un hiriente en redes sociales. Triste retrato de cómo son percibidos. Apague y vámonos.

Ante este escenario, por más buenas que pudieran llegar a ser sus propuestas e intenciones, Monestel y sus jóvenes aliados no han logrado hacer que el mensaje cruce al otro lado de la mesa. Hasta nuevo aviso, continúan siendo un partido muy incómodo, sí, pero invisible en la papeleta.

René Montiel

@MontielRene es un apasionado de Tarantino, Radioheady la comunicación colectiva. Es director en la productora audiovisual Surrealista, locutor de 104.7 Hit, columnista de 89decibeles y colaborador de la revista Su Casa.

Lo feo

Lo más feo de Héctor Monestel es, entre otras cosas, que es el único candidato que apoya los temas feos: legalización de la mariguana, despenalización del aborto, matrimonio homosexual y Estado Laico. Claro, visto desde un punto de vista utilitario, estas cosas tendrían el rédito político equivalente a un anuncio de Rodolfo Piza.

En todo caso, lo feo de Monestel también podría asociarse al hecho de que siendo el más comunista de los candidatos es, a su vez, el más ninguneado de los comunistas. Nadie duda de que Monestel en verdad no tiene recursos para derrochar en JBQ ni en alguna de esas agencias de publicidad fancy que le gustan tanto a las señoras del Frente Amplio. Y es que si Monestel pautara, podría reacomodar el espectro político de Costa Rica, pues, a diferencia de Villalta, él es al chile trosko y, por ende, se diferencia de los demás candidatos que son pura pose.

Antes bien, lo más paradójico de todo es que, como dice Roberto Herrera, en este país taimado, Héctor Monestel es, ante todo, el comunista ninguneado que, por si fuera poco, sigue siendo más liberal que el Movimiento Converso Libertario. Naturalmente, no se podría negar que, por muy trosko o muy sindicalista que sea, Monestel es un candidato, así, sin más, feo. Pero desde luego está lo feo, luego lo horrible y después lo patético. Y, por otro lado, en este país todos saben que los trabajadores que le dan el nombre al PT votan por los partidos cristianos o por cualquier otro que no sea de izquierda.

De cualquier manera, Monestel no pasa de ser un sujeto parco de facciones que tomaba café en Chelles antes de que los hipsters y los pipis lo convirtieran en el Disney World de los trasnochadores. Y, desde luego, las relaciones sociales de producción, muy a su pesar, no se transforman con un cafecito, un buen polvo, una barba y una boina. Por eso uno puede ser muy sexy, oír rock progresivo, tener unos anteojos como los de Lennon y hablar de ecosocialismo, pero la realidad seguirá siendo siempre más compleja que un coitus interruptus y una convención colectiva.

Por otro lado, los comunistas comprometidos como Monestel muestran otro defecto tremendo: todos, invariablemente, son capaces de enemistarse con sus besties, digamos, por algo tan fútil como la interpretación de punto y coma en un manuscrito de Lenin. Salvo los metaleros y los psicoanalistas no existe nada en el mundo que sea tan propenso a los cismas como un trostkista comprometido. Monestel, según se observa, lucha “por la construcción del partido mundial para la revolución socialista”. Sin embargo, uno no sabe si en unas semanas la Liga Internacional de los Trabajadores y la Cuarta Internacional o alguna de sus filiales extranacionales dispone otra cosa y los expulsa.

Está claro que uno no se puede tomar en serio un proyecto emancipatorio que reduce el Estado-nación a un accidente de la forma. Y tampoco se puede tomar en serio a un tipo que, en palabras de Monumental, es tan internacionalista que mandaría a los inmigrantes a las urnas y les asignaría curules y puestos de elección popular. Claro, a los fachos nacionalistas les queda la tranquilidad que el PT ya se peleó con los sandinistas y que no corremos riesgos de tener a Edén Pastora como presidente.

Adriana Sánchez

(@tsaitami) es cocinera de manjares de vocación, de profesión filóloga, en lo laboral integrante de la Cooperativa Sulá Batsú, autora de los blogs Manos en la Masa y Furia de Mais. Además es fundadora de Revista Paquidermo, aunque no lo quiera aceptar.

Fabián Coto

@fabicocha llevó cursos de Ingeniería, Física e Historia en la Universidad de Costa Rica y también algunas materias de edición literaria en la Universidad de Buenos Aires. Es, en definitiva, un descalabro vocacional. En algún momento entre los 6 y los 23 años decidió que quería ser escritor.